PALMA. EMDIO AMBIENTE. La lucha contra la contaminación del mar no debe detenerse y Save The Med digitaliza su programa educativo para poder hacerlo `on line¿. El programa escolar `Dos Manos¿ trata de concienciar a los jóvenes sobre la contaminación marina por plásticos. | JAMES COOKE
Durante décadas los científicos han estado advirtiendo de que la actividad humana, desde el comienzo de la época industrial, estaba dejándose notar en la temperatura media del planeta. Pero como la ciencia suele encontrarse algunas veces con el muro infranqueable de la despreocupación, cuando no del escepticismo, no ha sido hasta que los efectos de este calentamiento se han empezado a notar, que la sociedad ha tomado plena conciencia de ello. Ahora es una realidad difícil de ignorar.
Las medidas de temperatura ya no dejan lugar a dudas y episodios como el de este último verano, con máximas inéditas en el archipiélago, nos han enfrentado a la realidad. Mientras en tierra firme tardábamos en aceptar la magnitud del problema, el mar ya sufría las consecuencias de ser la enorme alfombra bajo la que hemos tratado de barrer los problemas.
Nuestro planeta tiene aproximadamente 1.400 millones de kilómetros cúbicos de agua. De estos, el 97 % es agua salada, en océanos y mares que cubren el 70% de la superficie del planeta.Es decir, vivimos en un mundo principalmente formado por agua, al igual que nosotros mismos. Visto así, es mucho más fácil comprender la influencia que estas descomunales masas de agua tienen en el clima de la Tierra.
Mientras que la tierra firme puede ganar o perder calor a un ritmo muy rápido, el mar lo hace mucho más lentamente, por eso es un regulador de la temperatura que gobierna la climatología. Son los contrastes entre un mar aún caliente y el aire frío lo que provoca las tormentas tan típicas de los finales del verano y comienzos del otoño. Es también el que da a zonas costeras un tiempo más moderado, con menos puntas de frío y calor que las de interior.
En clave local, el Mediterráneo es el principal responsable de unas condiciones meteorológicas que han permitido, junto a la belleza de la tierra, desarrollar una industria turística de peso mundial. No sería necesario dar más razones para cuidar nuestro mar, pero el hecho es que el Mare Nostrum romano es ahora uno de los más calientes y contaminados del mundo. Se calcula que aproximadamente el 7 % de los microplásticos del planeta se concentran en él y estos materiales constituyen cerca del 95 % de sus residuos, alrededor de 100.000 toneladas anuales, sin contar los macroplásticos, que podrían llegar a las 500.000 toneladas anuales.
Siendo menos de un 1 % de la superficie oceánica del mundo, su importancia es muy grande. Al estar casi cerrado, como si fuera un enorme lago con solo una pequeña salida de 14 kilómetros al Atlántico (el estrecho de Gibraltar), sus aguas tardan en renovarse alrededor de un siglo. Esto lo hace especialmente sensible a la mencionada contaminación, pero también a la subida de su temperatura. Esta no para de subir desde que se conocen datos. En los últimos 40 años su media ha ascendido 1,3 grados, alcanzando más de 31 grados en la boya de Sa Dragonera en septiembre del pasado año, un récord absoluto y muy preocupante.
Ante un panorama desolador, no cabe más que ponerse manos a la obra y tratar de solucionar lo que a medio plazo puede acabar siendo una catástrofe ecológica y, por añadidura, económica, para una región tan sensible a los riesgos de la naturaleza. Uno de los primeros sectores en sumarse al cambio es uno de los que más en contacto está con el mar, el sector náutico. Cada vez son más las iniciativas hacia su descarbonización, que desde la medida más elemental se centran en el uso de embarcaciones con 0 emisiones. La electrificación de embarcaciones tan tradicionales como los llaüts es solo un ejemplo de lo que ya se está haciendo y que pasa por poner en marcha nuevos modelos de movilidad marítima. Se incluyen desde modificaciones de los anticuados motores de gasoleo de las embarcaciones más sencillas, hasta revolucionarias tecnologías basadas en el hidrógeno como fuente de energía limpia.
El Mediterráneo soporta cada año más de 600.000 toneladas de microplásticos y macroplásticos
Un velero de aluminio de 0 emisiones, con motor eléctrico o a hidrógeno, es uno de los proyectos punteros que entidades como Alcúdia Tech Mar están poniendo en marcha. No se trata de una idea a largo plazo, llena de interrogantes y realidad incierta, sino de un barco que en menos de un año podría estar transportando mercancías sin emitir una sola molécula de CO2. Es solo un ejemplo de lo que desde el nuevo centro tecnológico del norte de Mallorca se quiere desarrollar en el futuro inmediato. Es la punta de lanza de un sector en el que la tecnología más puntera va de la mano de la conciencia ecológica y que no se detiene ahí. El objetivo final es llegar a un modelo turístico sin emisiones que no puede ignorar al mar como principal activo. Cala Rajada es también un buen ejemplo de lo que se está logrando con ingenio y conciencia. Las últimas obras de refuerzo en su dique, finalizadas a principios de este año, han permitido que se ahorre un 40 % de emisiones; además, los materiales empleados se integran de manera óptima con el lecho marino. Son solo dos ejemplos de todo lo que se puede hacer, y de hasta dónde puede llegar el desarrollo.
La energía eólica marina flotante será una de las soluciones del futuro
La descarbonización del Mediterráneo no queda solo en medidas puntuales o iniciativas privadas. El propio Govern ha iniciado una línea de financiación para la transformación del sector marítimo que está dotada con 25 millones de euros. Su propósito es estimular el cambio hacia energías limpias, tanto en las embarcaciones como en la infraestructura de los puertos, astilleros o talleres.
El mar es todo un mundo de posibilidades, incluidas las del desarrollo económico. La energía eólica tiene un potencial en el mar mucho mayor que en tierra firme, ya que el viento es mucho más potente allí, hasta el doble que en un parque eólico convencional. Pese a que España dispone de unos 8.000 kilómetros de costa, vamos a la cola en lo que a estas instalaciones se refiere. Países como Reino Unido (que tiene el 44 % de todos los molinos instalados en Europa), Alemania, Dinamarca, Bélgica y Holanda disponen de parque de este tipo, mientras que España no dispone de ninguno, a pesar de producir una gran parte de la tecnología necesaria.
Nuestro planeta tiene aproximadamente 1.400 millones de kilómetros cúbicos de agua, el 97 % salada
La energía eólica marina es una de las grandes apuestas. Su impacto visual y sonoro es muy bajo y sus emisiones son nulas, salvo en la instalación y cimentación. En este sentido se están abriendo paso los nuevos aerogeneradores flotantes, que reducen los miles de metros cúbicos de hormigón necesarios para plantar cada uno de ellos, tanto en el mar como en tierra. Con estructuras insumergibles, estos molinos flotantes podrán instalarse aún más alejados de la costa y tendrán aún mayor producción de electricidad. Se beneficiarán además de una cada vez mayor capacidad de producir electricidad gracias a los avances técnicos, que han supuesto un incremento en potencias de las turbinas superior al 100 % en los últimos diez años.